Martha Cooper
Martha Cooper (1942) es una fotógrafa estadounidense pionera en retratar la cultura del Hip Hop desde sus orígenes en las arterias neoyorquinas.
Durante las décadas de los 70 y 80, cuando el mundo apenas miraba de reojo las expresiones callejeras, Cooper se sumergió de lleno en la cultura del Hip-Hop, un mundo que le parecía fascinante por la creatividad que irradiaba.
No fue una observadora pasiva sino que se convirtió en parte de la trama vital de ese tejido social y artístico, retratando con un lente sin filtros la vida de b-boys, mc’s, breakers y grafiteros.
Lo que comenzó como una fascinación por el mundo “underground” de creatividad y rebeldía, se transformó en un documento gráfico imprescindible para entender el ascenso del hip-hop.
Martha Cooper aprendió a fotografiar a los tres años. Su padre y su tío tenían una tienda de fotografía en Baltimore, por lo que el mundo de las cámaras siempre le ha resultado Amilcar y cercano.
“Tenía muchas ganas de ser fotógrafa, estaba dispuesta a hacer lo que fuera”
“Las mujeres siempre han sido fotógrafas. Kodak comercializo cámaras para mujeres desde 1900 pero por alguna razón acabo siendo un trabajo de hombres”
En aquella época era muy duro para la mujer entrar en el mundo de las revistas como fotógrafas, era el auge del fotoperiodismo en blanco y negro y Cooper no tenía ni idea de cómo hacer una carrera de la fotografía. Ella solo quería irse al extranjero a hacer fotos.
En 1963, con 20 años se fue a Thailandia, gracias a “El Cuerpo de Paz” de Kennedy. Llevaba una Rolleiflex y solía mandar los carretes a su padre por correo.
Al poco tiempo, tras leer la noticia en un periódico, aplicó para ser becaria en el National Geographic, usó las fotos que había hecho para “El Cuerpo de Paz” y la cogieron. Se convirtió en la primera mujer en plantilla.
En un viaje a Tokyo, quedó impresionada con el mundo del tatuaje, realizó multitud de fotografías en blanco y negro que fueron recogidas en un libro “Tokyo Tattoo 1970”, pensó que estas fotografías tendrían muy buena acogida en las revistas americanas, pero no fue como ella esperaba.
“A veces una tiene una gran idea, pero al final no despega”
Volvió entonces, junto a su marido, a Rhode Island (EE.UU.) donde trabajó para varios periódicos, esforzándose en ser “una fotógrafa de verdad” pero la ciudad se le quedaba pequeña, Martha Cooper aspiraba a algo más grande.
En 1977, a los 34 años, se mudó a Nueva York, con el objetivo de trabajar para el New York Times. Lo intentó por todos los medios, y entró como un rayo de luz. Necesitaban reforzar el personal femenino y Cooper llegó en el momento oportuno. Se convirtió en la primera fotógrafa del equipo del The New York Post.
Cubría todo tipo de noticias y encargos. Susan, su editora y posterior amiga, también le pedía lo que ella llamaba “fotografías ambientales impactantes”, de relleno, para esos días en los que no había noticias que cubrir, ni incendios, ni muertes. Quería fotografías de la gente de la ciudad y a Martha le encantaba la gente.
“En Nueva York siempre había algo que fotografiar, me enamoré de la ciudad”
Los 70 fue una dura época para NYC, Marty Cooper salía a caminar y a buscar “fotos impactantes”. Nueva York tenia fama de ser peligrosa y de estar en ruinas pero en realidad era un lugar para explorar.
En sus fotos todo se mueve, todo esta vivo. Le encantaba retratar la inocencia y la creatividad de los niños. Esto se nota en esta colección de fotografías en blanco y negro.
Fotografías muy poderosas, que reflejan cómo vivió y resistió la ciudad. Estos niños jugaban en la calle con lo poco que tenían, hacían sus propios juguetes con restos, jugaban a karts y escribían sus nombres en las paredes.
En aquel momento todo esto conmovió a Martha Cooper y quiso llegar al corazón de todo, escalando tejados y recorriendo cada esquina, para retratar de manera sincera lo que estaba ocurriendo.
Un día, uno de estos niños, llamado Edwin Serrano (He3), le enseñó su cuaderno de graffiti y le ayudó a descubrir algunos de los graffiti de su vecindario. Le explicó que practicaba para pintar su nombre en una pared y que cada artista escribía el suyo. Esa fue la primera vez que entendió qué era el graffiti.
El chico, al ver el interés de Martha le dijo “Bueno, te puedo presentar al rey” y asi fue como conoció a Dondi, uno de mejores los reyes del grafiti. Ocurrió en un sótano y Dondi reconoció el nombre de Martha Cooper por una foto suya de un muro que él había pintado (abajo)
Dondi fue el primero en permitir que ella lo acompañara, mientras él marcaba ella tomaría fotos de su trabajo. Después de reunirse con Dondi, Cooper quedó fascinada con la cultura underground que estos artistas del graffiti habían creado en la ciudad de Nueva York.
Estas fotos de Dondi fueron su pase para interesantes encargos en revistas.
En ese momento, todo el mundo pensaba que el grafiti era vandalismo, estaba totalmente denostado, pero Martha creía en él y en esos jóvenes tan metidos en su arte que arriesgaban su vida para hacerlo. Así que decidió que dejaría el New York Post para dedicarse por completo al graffiti.
Empezó a ir al Bronx y a subirse a lugares donde pudiera ver los trenes pintados. Para poder hacerle una foto a la luz del día, era algo en lo que nunca se había fijado hasta entonces. Y así fue como comenzó su obsesión con los graffitis.
“Al principio no entendí que los chicos escribieran su nombre, no era como el grafiti político, a favor o en contra de algo, solo era un nombre. Luego empecé a aprenderme nombres y a reconocerlos, se convirtió en un juego y empece a jugar”
Asi comenzó a fotografíar piezas en trenes, cada una con un fondo diferente.
“Lo llamábamos escritura (writing) no graffiti, era un concepto que usaban los medios convencionales para describir el vandalismo.” (Skeme)
“Empezamos a escribir el nombre y el número de la calle, era una especie de fraternidad en la que nos comunicábamos a través de signos” (Doze Green)
“No se trataba de escribir un nombre sino de quién lo escribía con más estilo y de cémo podíamos aprender de ellos” (Mare139)
No había nadie que les hiciera fotos, por lo que dejaron a Cooper entrar en su mundo y retratarlo.
Le hablaron de Henry Chalfant, un fotógrafo que también fotografiaba vagones, interesado sobre todo en capturar el arte de la pieza en sí. Martha en cambio le interesaba más la cultura, las personas.
Empezaron a trabajar juntos, y en 1984 decidieron editar un libro: “Subway Art”, una compilación de fotografías que ilustran la subcultura del graffiti.
Actualmente «Subway Art» es conocido como la Biblia del graffiti y ha sido inspiración para toda una generación de nuevos artistas. Esas imágenes son hoy un legado invaluable para comprender la evolución de una de las corrientes más influyentes en la cultura urbana.
Todas las piezas que aparecen en este libro ya han desaparecido.
Pero el camino no fue fácil, todas las editoriales a las que les presentaron el proyecto rechazaron la idea. En EEUU se estaba viviendo una campaña en contra del graffiti, empezaron a limpiar los trenes, a vallar las estaciones para impedir la entrada y hasta a imponer penas de cárcel para aquellos “delincuentes”. Pensaban que con todas estas medidas, eliminarían el grafiti y reducirían la delincuencia.
Por lo que el libro no tenia cabida en EEUU. Pero sí la tuvo en Alemania.
En Europa la sociedad no estaba cansada del graffiti, sino que estaba empezando a despegar la cultura del Hip Hop. Presentaron el libro en la feria de Frankfurt y ya en el primer stand, el libro gustó. El resto es historia. Sacaron 3000 copias, a fecha de 2009 se han vendido medio millón de ejemplares.
Mientras tanto, en EEUU no supieron ver la relevancia de este libro, decían que alentaba al vandalismo y que era un insulto para el país. Los niños robaban el libro, por lo que empezaron a ponerlo bajo llave en vitrinas de cristal, o directamente no lo querían vender porque acababa desapareciendo de las tiendas.
Así que, al principio, las ventas de “Subway Art” no fueron nada bien, la gente no lo compraba y acabó hundiéndose.
Spoiler! Al cabo de los años, el libro ganó la relevancia que se merecía desde un principio, siendo una fuente de inspiración para multitud de artistas (como OSGEMEOS o Shepard Fairey) y convirtiéndose en un objeto de culto, conocido mundialmente por su interés cultural.
Gracias a Martha Cooper, tenemos entre nosotros las mejores y más representativas imágenes de los comienzos del Hip-Hop en los Estados Unidos. Su obra no solo es un reflejo de una época, sino un recordatorio constante de que el arte y el diseño son, en esencia, el latido de la calle, el pulso de una cultura que se reinventa constantemente.
Después de la publicación de este libro, Martha continuó trabajando.
En 1986 empezó a documentar la ciudad para City Lore, demostrando una gran conexión con la gente y la cultura y su folclore.
“Solo quiero salir a tomar fotos y ver qué encuentro. Mucha gente dice que tú HACES la foto, no la TOMAS. Pero a mi me gustaba tomarlas, no hacerlas.”
A Martha Cooper le gusta ordenar sus fotografías por colecciones. Una de las colecciones que comenzó y en la que aun sigue trabajando es un homenaje a sus padres y a su ciudad natal: Baltimore.
Este proyecto consiste en documentar los barrios y el proceso de gentrificación. Para realizar este proyecto, se mudó al barrio de Sowebo, un barrio marginado.
Martha se gana la confianza de quien retrata porque lo hace desde el respeto y la admiración, en estos barrios la reconocen y la llaman “Lady Camera”. Cooper, les deja copias 6×4” de las fotografías en el buzón.
En la década de los 2000, Akim Walta, le contactó desde Alemania para ver sus fotos de hip hop, quería hacer un libro. Alucinó con la cantidad de material que tenia Cooper. El libro se publicó en 2004, cuando Cooper tenía 61 años, bajo el titulo “Hip Hop Files” este libro le hizo ir de gira, fue una locura según cuenta la artista.
Este libro, eran fotografías archivadas durante más de 20 años. Fue en este momento cuando escuchó por primera vez a gente referirse a “Subway Art” como su “Biblia”.
Fue la primera vez que entendió el alcance que realmente había tenido su primer libro.
Las fotografías de este libro hicieron que el graffiti pasara de ser un fenómeno nacional a un fenómeno mundial. Después de ver el impacto de esto, volvió a la carga y publicó otros títulos.
“No me siento cómoda con la idea de que yo soy una leyenda o un icono. No era lo que buscaba.”